TRABAJANDO EN EL CAPÍTULO 6.

miércoles, 29 de junio de 2011

Capítulo 5. Campanilla.


Cápitulo 5. Campanilla.

Perdí completamente la noción del tiempo, no recuerdo exactamente cuántas horas o minutos estuvimos así, tan cerca pero tan lejos a la vez y con aquella suave melodía de fondo.

Un olor a dulces invadió la sala, era un olor dulce y afrutado, entonces oí una voz femenina calmada y pausada.
          –  Os he hecho unos dulces, debéis de estar hambrientos.
La mujer de pelo canoso y rasgos latinos dejó la bandeja con pastelitos sobre el piano.
Michael dejó de tocar para sonreírle a la mujer.
         Muchas gracias, Maya –le agradeció a la mujer.
         Comete los pastelitos y a dormir, ya es tarde Michael –entonces me miró –vaya, ¿quién es esta muchachita? –su tono de voz era tan…maternal.
         Es Amy, la chica que me entrevisto el otro día, ¿recuerdas? –dijo Michael cogiendo uno de los dulces y llevándoselo a la boca.
         Ah, la muchacha de la que tanto hablas.
Vi cómo en un instante las mejillas de Michael se envolvían en un tono rojo mientras se alejaba el pastel de la boca y se mordía nerviosamente el labio inferior sin desviar la mirada de la bandeja de dulces.

Pero mi mente estaba enfrascada en una frase: “la muchacha de la que tanto hablas”.
¿Hablaba Michael de mí?
No podía creerlo, si yo no era más que una insignificante chica de pueblo y él…una superestrella que jamás se fijaría en mí.
Aunque la verdad, eso no me importaba en absoluto.
Para mí, él era alguien especial, era una especie de…Peter Pan.

Entonces le miré y observé sus ojos oscuros y enigmáticos, su piel acanelada y sus perfectos rizos negros.
Y él me observó por un instante casi inexistente, pues apartó la mirada al igual que yo.

Michael y yo, nos comimos los dulces y Maya me preparó una habitación para que pasara la noche.
La habitación era enorme, una ventana abierta dejaba pasar los pequeños rayos de luz de luna, la lluvia había cesado.
La colcha de encajes blancos que cubría la cama era suave y confortable, como la propia cama.

Empecé a estornudar, me había resfriado a causa de la lluvia, debí haberme cobijado y no haberme lanzado a la lluvia como si fuera inmune a ella.

Mientras intentaba conciliar el sueño,  oía el repiqueteo  de la lluvia contra los cristales de la ventana, era algo tan simple pero tan relajante a la vez.

Pude soñar en aquella cama que parecía hecha de nubes que volaba, muy muy alto, podía ver los pueblos y las casas que se habían reducido hasta alcanzar un tamaño digno de una hormiga.
La brisa se enredaba y desenredaba entre mi pelo y se deslizaba sobre mi piel de una forma muy suave. Tocaba las nubes y éstas se desvanecían entre mis dedos convirtiéndose en pequeñas bolas de gas blanco.

No quise despertar de aquel sueño, pues me sentí muy libre en él, pero me di cuenta de que tenía un sueño más hermoso en la vida real un sueño dulce y perfecto poseedor de la sonrisa más encantadora que jamás pude ver antes.

Los pequeños rayos de sol atravesaron la ventana, haciéndome despertar.
Me froté los ojos, lo entre abrí y la luz chocó contra ellos así que los cerré de inmediato y me tumbé en la cama, y oí una risa…su risa, tan perfectamente melódica que me hacía temblar.
Volví a abrir los ojos, esta vez sin importarme la luz, y allí estaba, apoyado en el marco de la puerta aún con su pijama rojo puesto y riéndose de mí.
         ¿De qué te ríes? –pregunté frotándome los ojos de nuevo.
         ¿Vienes de la guerra de Afganistán? Porque parece que te hayan dado varias palizas –contestó divertido.
         Pues no, porque he dormido de lujo –le repliqué aumentado el ego que él simulaba no tener.
         Claro que sí, mis camas son las mejores que te puedas encontrar en toda Santa Bárbara –hizo una pausa y esbozó una sonrisa que me pudo deslumbrar mucho más que el propio sol -¿vienes a desayunar? Maya nos espera en la cocina.
         Sí, gracias.
Me tendió la mano y me aferré a ella, entonces sentí la magia verdadera fluyendo por sus venas.
Pero ésta no duró mucho, empecé a sentirme mareada y cansada, sería obra del resfriado así que no hice caso.

Llegamos a la cocina y allí estaba Maya, terminando de exprimir un zumo de naranja, con un delantal blanco y decorado con encajes y un vestido azul…La imagen de mi madre se me vino a la cabeza por unos instantes.

El mareo no se mitigó, se hizo más y más intenso mientras me tomaba el desayuno, paré de comer y me llevé las manos a la cabeza.
         ¿Sucede algo? –preguntó Michael poniendo su mano sobre mi espalda.
         Me siento un poco mareada, pero se me pasará tranquilo –contesté ladeando la cabeza y esbozándole una pequeña sonrisa.
         Será mejor que te tumbes en el sofá, niña –sugirió Maya.
         Yo la llevaré.
Y en menos de un segundo me encontré en los brazos de Michael, con mi cabeza apoyada en su pecho y sintiendo los latidos preocupados de su corazón.
Me depositó en el sofá y él se sentó en el suelo justo a mi lado, preguntándome cada dos segundos cómo me encontraba y cerciorándose de que no tenía fiebre.
Se dedicaba a intentar calmarme mientras Maya me daba un jarabe para que se me pasase el mareo y la jaqueca.

Sinceramente, no sé cuánto tiempo estuve así, pero no me importó, los cuidados de Michael eran más que suficientes como para curarme por mí misma.
Intenté ponerme de pié pero el mareo persistía y me iba a caer pero Michael me sostuvo por la cintura y nuestras miradas se encontraron…pude sentir las chispas volando alrededor nuestro, pude ver los maravillosas que eran.
Y sus ojos…Dios mío sus ojos eran dos preciosos ojos marrones llenos de misterio. Podría ahogarme en ellos y no arrepentirme ni un segundo de ello.

Entonces se sentó en un sillón y me puso en su regazo como si me tratara de una pequeña muñequita a la que debía proteger.
         ¿Sabes qué? –me preguntó
         ¿Qué?
         Me gustaría llamarte campanilla…
Ahora todas las piezas encajaban en su sitio.
Ahora entendía por qué él era Peter Pan.
Y él sólo estaba buscando a una campanilla…
La verdad era, que entendía a Michael perfectamente, sólo quería un poco de compañía, alguien que le quitase aquel sentimiento de soledad que tenía clavado en su corazón.
Aceptar su petición era lo mínimo que podía hacer ademas...en estos días yo también necesitaba sentirme comprendida y querida.
No nos vendría mal a ninguno de los dos.

3 comentarios:

  1. Awwwwwwwwwwwwwwwwwww!
    Sabes que escribes G E N I A L ??!! Eeeh? Lo sabes?? Ok Ya..Ah debes seguirle es mi única peticion ¿si?
    Aparte eso de "En los brazos de Michael, mi cabeza apoyada en su pecho" Awww *---* Me gusto eso! Fue tan , tan hermoso , sexy (?) Bueno ! Como sea fue ..Taan Bello! Que quiero leer más

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  2. Preciosa novela!! Me ha atrapado desde el primer capítulo! Un beso!

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  3. Increíble, sin palabras, continuala tienes potencial querida, super super

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